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Investigador del Instituto Vasco de Competitividad / Catedrático de Economía de la Universidad de Deusto |
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Visto
lo cual, ¿quién nos hubiera dicho que a finales de 2008 la gente
estaría muerta de miedo ante, según algunos, el comienzo de la
crisis más dura jamás conocida hasta el momento? ¿Cómo hemos
llegado a esto? Los principales factores causantes de la crisis son
tres: el sector inmobiliario (sobre todo, la vivienda),
el sector financiero y la energía y las
materias primas.
La energía y las materias primas se vieron
afectadas al principio, cuando el PIB y el
empleo todavía se mantenían fuertes. De hecho,
cuando en los países desarrollados la
economía es favorable, se necesitan más
energía y materias primas. Además, a la demanda
de energía y de las materias primas
producida por el crecimiento económico de
los países desarrollados, se le sumó la demanda
producida por el extraordinario crecimiento
de la economía de grandes países
como China o India, aumentando así la escasez de energía y de
materias primas. Nuestro planeta no era capaz de hacer frente
al crecimiento desmesurado de la demanda de estos países
(acrecentado por la demanda de varios productos fundamentales
para la agricultura) y los precios se dispararon rápidamente.
No obstante, la contradicción de ese modelo de crecimiento
quedó oculta cuando la crisis golpeó la economía y bajó la demanda
de energía y de materias primas. Los precios del petróleo,
la chatarra, etc. descendieron de nuevo. Es decir, una de
las tres razones originarias de la crisis: la subida de precios de
la energía y de las materias primas ha sido acallada por la propia
crisis. Pero no la ha solucionado, porque a largo plazo, lo más
difícil es solventar esa contradicción. Para ello, se tendrían que
cambiar radicalmente los modelos de producción y de consumo.
Y claro, es más dificultoso que la reconstrucción del capitalismo
del que tanto se habla estos días.
De las crisis producidas en los otros dos factores, la crisis de la
vivienda fue la primera en el tiempo. Esa crisis se ha producido
en casi todos los países desarrollados (salvo en
Japón y en Alemania, donde la crisis de la vivienda
se produjo antes). Desde mediados de los
90 hasta mediados de esta década, en países
como EEUU o Francia el número de nuevas viviendas
creció un 40% y los precios de las viviendas
aumentaron un 100%. Ese boom de la vivienda
se debía en cierta medida a la tasa de interés
producida por la política monetaria. Pero si ese
boom de la vivienda fue desmesurado en algún lugar, ése fue España:
cada año se construyeron 650.000 viviendas (90% más que
en la década anterior) y los precios aumentaron más que en otros
países: 150%.
Muchos activos tóxicos se extendieron a los
balances de las entidades financieras de muchos
países. Nadie sabía exactamente hasta
qué punto estaban “atrapados” en esas operaciones,
y por tanto, hasta qué punto eran
fiables para prestar dinero. Perdida la confianza,
los bancos declinaron la posibilidad de
prestarse capital, y los mercados financieros
quedaron bloqueados. En ese contexto, debido
a los problemas de solvencia y liquidez,
muchas entidades financieras quebraron.
Tras estallar la crisis, las medidas tomadas
por las autoridades monetarias (es decir, los bancos centrales)
han sido las recomendadas para ese tipo de situaciones.
Los gobiernos, por su lado, han adoptado varias medidas para
hacer frente a la crisis financiera. Para los bancos que estén sumergidos
en una crisis extrema, se han adoptado medidas
de salvamento. En algunos países, se han tomado medidas
para reforzar el capital (aportando capital a las
entidades financieras).
Esta crisis financiera ha tenido varias
particularidades en España
debido a las características
de los sistemas bancarios.
Por un lado, al contrario
de los bancos de
EEUU, la principal
tarea de
los bancos no era contratar préstamos para luego pasarlos a otras entidades
(ejemplo denominado “crear y después distribuir”), sino
que los bancos españoles se ocupaban preferentemente de negocios
tradicionales (tomar el dinero como depósito y darlo como
crédito).
En cuanto a los pasivos, al contrario de los bancos de EEUU,
los bancos no obtuvieron a corto plazo suficiente capital en los
mercados financieros para sus negocios. No obstante, la mayor
parte de los ingresos de los bancos de la zona provenían de los
depósitos. Los bancos de España no tenían suficiente con los depósitos
obtenidos a través de sus propios ahorros para financiar
sus inversiones y tuvieron que recurrir a mercados financieros
del extranjero, en busca de financiación. En concreto, la crisis
que ocasionaron las hipotecas subprime en los mercados financieros
internacionales no tuvieron repercusión en los bancos españoles
por tener dinero invertido en esos activos tóxicos, sino
porque se abastecían de esos mercados y esa provisión fue súbitamente
interrumpida.
En esa crisis financiera, la
solvencia, la liquidez y la rentabilidad
que muestran los bancos
y las cajas de ahorros del Estado
Español y de Hegoalde, en
comparación con los de otros
países, se deben a las características
del activo y del pasivo,
reveladas anteriormente.
Por último, en cuanto a la
rentabilidad, la morosidad y la
disminución de solicitud de créditos
que vienen acompañados
a la crisis, tendrán una influencia negativa en la rentabilidad de
los bancos y de las cajas de ahorros. Esa influencia negativa será
mayor en las entidades sumergidas en años anteriores en políticas
de expansión con grandes pretensiones (porque las oficinas
recién abiertas necesitarán más tiempo para que sean rentables)
y en las entidades implicadas en el sector inmobiliario (tanto directamente
como a través de promotores inmobiliarios). Por otro
lado, hay que tener en cuenta que en los últimos años, aproximadamente
el 40% de las ganancias de los bancos y de las cajas
de ahorros en vez de provenir de la mediación financiera, provenían
de las inversiones realizadas por los bancos y por las cajas
de ahorros en los capitales de las empresas. En vista de la situación
actual de la bolsa, se estima que no será posible mantener
esa situación. En definitiva, junto con la crisis, la rentabilidad
de las entidades financieras seguramente empeorará.
Debido al hundimiento del sector de la construcción, las economías
que tienen mayor dependencia del crecimiento de ese sector
sufrirán repercusiones más severas.
Así mismo, los bancos y las cajas de ahorros se muestran reticentes
a la hora de conceder créditos por la falta de liquidez
que ha producido la crisis financiera. Esa situación ha perjudicado
principalmente a los que producen equipamientos de bienes
de consumo duradero (ya que el uso de créditos para la venta
de sus productos es muy frecuente).
Con respecto a los dos factores mencionados, la situación
de Hegoalde es un poco mejor que la del Estado Español. Por un
lado, el peso que tiene el empleo del sector de la vivienda en la
economía global es menor en la CAV (9%) que en el Estado Español
(12%); en Nafarroa Garaia, en cambio, el sector de la construcción
tiene casi la misma importancia que en el Estado Español
(11%). Por otro lado, las cajas de ahorros locales (las de la
CAV de forma patente; y en Nafarroa Garaia no tanto) tienen
menos problemas de liquidez que los del Estado Español, y por
tanto, se han restringido menos los créditos. Además, las empresas
vascas tienen un endeudamiento más bajo que las empresas
españolas y en ese aspecto, gozan de mejor posición para
hacer frente a la reducción de créditos.
Según los últimos datos macroeconómicos, la CAV, y en un
nivel más bajo Nafarroa Garaia, están solventado mejor estos
momentos tan críticos. En el tercer trimestre de 2008, por ejemplo,
el crecimiento interanual del PIB fue del 1,9% y del 1,8% en
la CAV y en Nafarroa Garaia, respectivamente; en cambio, en el
Estado Español, el crecimiento alcanzó tan solo el 0,7%. En cuanto
a la tasa de desempleo, la CAV y Nafarroa Garaia obtuvieron
mejores posiciones (6,3% y 7,1%, respectivamente, en el tercer
trimestre de 2008) que el Estado Español (11,3%).
Muchos expertos consideran que estamos viviendo la crisis
más fuerte desde la Gran Depresión de 1929. En mi opinión, en
lo que respecta al crecimiento del PIB, es posible que la crisis
actual guarde cierta similitud con las anteriores. Pero en lo referente
al desempleo y al bienestar social, nos mantendremos
alejados de la difícil situación vivida entonces.
Comencemos a comparar la crisis actual, en gran medida
unida al sector financiero, con la otra gran crisis financiera producida
en el mundo: es decir, con la Gran Depresión. Las diferencias
entre ambas, tal y como ha demostrado Sala-i-Martín,
son grandes. En primer lugar, en la crisis de 1929, los depósitos
de la gente no estaban asegurados, y por tanto, junto con la
quiebra de los bancos, mucha gente perdió todos sus ahorros,
cosa que no ha ocurrido en la crisis actual. En segundo lugar,
como en aquel entonces había un patrón oro, los bancos centrales
no suministraron al sistema la liquidez que requería; por
el contrario, en la crisis actual, los bancos centrales han intentado
facilitar la liquidez requerida por el sistema. En tercer lugar,
en la crisis de 1929, hubo deflación, y al bajar los precios y
las rentas, la gente se quedó sin poder pagar sus deudas; esta
vez, en cambio, aunque se haya reducido, persiste la inflación.
En cuarto lugar, ante la crisis de la Gran Depresión, los gobiernos
recurrieron a medidas protectoras, las cuales impidieron el
comercio internacional y agravaron la crisis; esta vez, escarmentados
por lo sucedido aquella vez, nadie ha propuesto ninguna
medida similar. En quinto lugar, cuando estalló la crisis de
1929, fuera del sector financiero la rentabilidad era absolutamente
escasa; no obstante, cuando emergió la actual crisis, la
rentabilidad de las empresas no financieras estaban en su momento
más álgido. Y para finalizar, en 1929 la renta por habitante
era mucho más baja que la de ahora, y existían menos medios
de protección social para los infortunios; por ello, aunque
en la actual crisis haya bajado la renta de la gente, no tambaleará
tanto la supervivencia de la población.
Por otro lado, y tal como he indicado anteriormente, las empresas
vascas han llegado bastante fuertes a la crisis: con las instalaciones
bastante renovadas, sin trabajadores en exceso, con
el pasivo suficientemente saneado, formados para funcionar internacionalmente,
con sistemas de calidad muy extendidos, etc.
En 1993, el Estado Español alcanzó la crisis con gran déficit
público y bastante endeudado. Por el contrario, esta vez, ha llegado
con superávit, y en comparación con otros países, poco endeudado.
Las Administraciones Autónomas también gozan de una
buena situación financiera. Esta situación aumenta las posibilidades
de llevar a cabo políticas compensatorias contra la crisis.
Por último, cuando las cosas comenzaron a ir a peor en la
crisis de los 90, el origen de la tasa de desempleo era mucho más
alta: según EUSTAT, en 1990, la tasa de desempleo era del 16%
en la CAV. En el peor momento (años 1993 y 1994) la tasa de desempleo
alcanzó el 25%. Ahora, en cambio, las tasas de paro son
mucho más bajas: según INE, 6,3% en la CAV (según EUSTAT aún
más baja: 3,5%) y 7,1% en Nafarroa Garaia. Además, esta vez no
parece que el índice de paro vaya a incrementarse tanto. De hecho,
en aquel entonces, el desempleo creció debido a los empleos
perdidos y a la incorporación de más personas en el mercado
laboral en busca de empleo. Estos últimos eran muchos:
por un lado, eran más los jóvenes que llegaban a la edad de trabajar
que los que llegaban a la edad de retirarse; en segundo lugar,
muchas mujeres recurrieron al mercado laboral en busca
de empleo, y la tasa de actividad de las mujeres era todavía muy
baja; y en tercer lugar, aquel entonces muchos trabajadores del
sector primario perdieron su puesto de trabajo e intentaron buscar
empleo en otros sectores. Sin embargo, hoy en día, aunque
no hayan desaparecido esas tres fuerzas que presionan en el
mercado laboral, se han aminorado de forma notable: ahora son
más los que llegan a la edad de retirarse que los que han alcanzado
la edad de trabajar; la inserción laboral de la mujer ya se
ha producido en gran medida, y por tanto, en el futuro serán pocas
las mujeres que recurran al mercado laboral; el sector primario
ya tiene pocos puestos de trabajo, y por tanto, en el futuro
serán pocas las personas que se despidan en ese sector.
Por tanto, se avecinan malos tiempos. Sin duda, la tasa de
desempleo aumentará con fuerza. Pero no esperamos que se repitan
las tasas de desempleo que se alcanzaron a mediados de
los 80 y de los 90.
Nota del autor: Quisiera darles las gracias a Itziar Navarro y a Xabier De
la Maza, por sus sugerencias para la corrección y mejora de la primera versión
de este artículo. No obstante, los errores que persisten en él, conciernen
exclusivamente a mi persona.
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En el Pdf junto con el análisis de Mikel Navarro se incluye un breve reportaje que nos da una perspectiva sobre el tema.
Nota: Este texto es una versión abreviada del texto original que esta escrito en euskera y está disponible en la siguiente dirección: Recesión Económica por Mikel Navarro. |