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El consumo energético de Euskal
Herria no es sostenible. Por un
lado, la mayor parte de la energía
que consumimos es importada
y de origen fósil; por otro,
los órganos de decisión que controlan
las infraestructuras se encuentran
fuera de Euskal Herria. Es
una situación insostenible a largo
plazo y, por desgracia, parece que
las administraciones no son conscientes de ello.
La tasa de autoabastecimiento que refleja la autosuficiencia
energética es baja: un 5,4% en la CAV (2007), un 14,9% en Nafarroa
Garaia (2006) y un 1,4% en Iparralde (2004)1, aproximadamente
un 7% en toda Euskal Herria. En la Unión Europea, a la que
tanto preocupa la dependencia energética, la tasa es del 50%. |
Profesor de la UPV/EHU |
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En Euskal Herria casi no existe extracción de combustible
fósil, y la producción energética se basa en la explotación de
energías renovables: en la CAV, predomina la biomasa; en Nafarroa
Garaia, la electricidad creada en los parques eólicos, y
en Iparralde, la electricidad que se obtiene a partir de pequeñas
presas hidroeléctricas y la biomasa, ambas con aportaciones
similares. En total, la energía creada a partir de la biomasa
supone el 60% de la creada en Euskal Herria, y la electricidad
eólica supone el 30% (sobre todo la de Nafarroa Garaia). Las
aportaciones de la energía solar térmica y de la electricidad fotovoltaica
son insignificantes, por desgracia, y muy inferiores a
su verdadero potencial.
Según el objetivo establecido
por la Unión Europea
en 1996, en 2010 la
aportación de las energías
renovables tendrá que suponer,
por lo menos, el
12% del consumo bruto. En
Nafarroa Garaia ya se ha
cumplido ese objetivo: en
2006 el porcentaje era del
13,3%, y el Gobierno de
Nafarroa Garaia espera
llegar pronto al 14,7%2. En la CAV, en cambio, en
2007 la aportación de las renovables era aproximadamente
del 5% –el Gobierno Vasco ha admitido que
será imposible conseguir el objetivo establecido para
el 2010–, y en Iparralde el porcentaje era inferior al
2% en 2004. En toda Euskal Herria, la aportación de las
energías renovables supone, más o menos, el equivalente al 6,4%
del consumo bruto, y, por tanto, estamos muy lejos de cumplir
el objetivo. Además, hay que tener en cuenta que recientemente
el Consejo Europeo ha fijado el límite inferior de la aportación
de las renovables para el año 2020 en un 20%.
Es verdad que en los últimos años las energías renovables se
explotan cada vez más, pero no lo suficiente. Además, otras medidas
también impulsadas por las administraciones nos conducen
justo en dirección contraria. Por ejemplo, es preocupante
la fuerte apuesta que se ha realizado por el gas natural en la CAV.
Un gas natural que hay que importar de otros países, su combustión
genera emisiones de CO2 y, aunque en menor medida
que el carbón, también contamina. Por ejemplo, cuando la central
de ciclo combinado de Boroa, que quema gas natural, funciona
a la máxima potencia (755 MW), vierte casi 280 toneladas
de CO2 a la hora. Si se cumplen las expectativas del Gobierno
Vasco, para el 20103 la potencia eléctrica de las centrales de ciclo
combinado supondrá el 65%4 de la potencia total, y el consumo
de gas, el 52% del consumo energético bruto de la CAV. ¡Eso
sí que es dependencia! No existe nada semejante en ningún otro
país desarrollado del mundo. En 2007, los únicos estados que tenían
un porcentaje más alto eran Uzbekistán, Katar, Turkmenistán,
Bangladesh, Belarús, Emiratos Árabes Unidos, Algeria,
Azerbaiján, Rusia, Irán y Argentina5. ¿Son esos países de referencia?
En la Unión Europea el consumo de gas natural es el 24,9%
del consumo primario y en la OECD el 23,7%.
El Gobierno Vasco afirma que gracias al aumento masivo de
las centrales de ciclo combinado “la electricidad creada en Euskadi
cubrirá [la demanda eléctrica de Euskadi]; es decir, alcanzaría
el nivel de autosuficiencia”6. Pero el Gobierno Vasco olvida precisar que el gas que queman
las centrales es importado. Por
tanto, no existe autosuficiencia
energética alguna en la generación
eléctrica.
Y lo que es más grave, el gobierno
de la CAV utiliza el consumo
de gas natural –mediante su fomento–
para cumplir mejor los objetivos
relacionados con la producción
energética y el consumo sostenible,
y para adornar su incumplimiento.
El objetivo M2.6 del II.
Programa Marco Ambiental del Gobierno
Vasco dice lo siguiente7: “Conseguir que el 29% del consumo
energético provenga de energías renovables y de la cogeneración
[en 2010]” (al parecer en 2005 era el 16%). En el capítulo correspondiente
al 5º objetivo estratégico, el correspondiente a fomentar
la producción y el consumo energéticos sostenibles, se asocian
la producción de renovables y la cogeneración. Pero el 76,6%
del combustible utilizado en cogeneración en 2007 fue gas natural,
el 10,7% fueron derivados del petróleo, y sólo el 13% fueron
renovables. Si solo tenemos en cuenta la cogeneración de origen
renovable, el porcentaje baja al 6,4%. ¿Cómo será posible alcanzar
el 29% para el año 2010? Si pretenden conseguirlo quemando
gas natural, el consumo no será nada sostenible. Ese tipo de políticas
no nos llevan hacia la sostenibilidad.
En la Comunidad Foral de Nafarroa Garaia la consideración
hacia las energías renovables es mayor que en la CAV –asimismo,
hay que tener en cuenta que allí el potencial es mayor–.
Pero, por desgracia, las cosas están cambiando8. Aunque actualmente
la potencia eólica (936 MW en 2006) es mayor que la
de ciclo combinado (800 MW), el Gobierno de Nafarroa Garaia
quiere invertir la situación y conseguir duplicar la potencia de
las centrales de ciclo combinado para el 2010. Si se cumplieran
las expectativas9, la producción basada en el gas natural superaría
a la eólica (1,6 GW), en claro perjuicio de la sostenibilidad.
En Iparralde también existe una gran dependencia energética.
Aunque la producción hidroeléctrica es importante, se utilizan
muy poco los sistemas fotovoltaicos y la energía solar térmica,
muy por debajo de sus respectivos potenciales. La explotación
de la biomasa también es un recurso con futuro en Iparralde,
pero para ello será fundamental garantizar modelos sostenibles
de explotación. Habrá que evitar modelos importados
de explotación agraria industrial, y basarse en el cultivo ecológico
arraigado en el territorio, ya que esos dos modelos son radicalmente
diferentes. En relación con todo lo anterior, es importante
destacar la grave situación del sector de la fuente energética
más importante para las personas: el de la agricultura y
la ganadería, es decir, el del sector alimentario. No tenemos más
que ir a cualquier supermercado para darnos cuenta de nuestra
gran dependencia exterior, cada vez mayor a causa de la desaparición
de granjas y caseríos.
Sin embargo, la dependencia energética de Euskal Herria no
se limita a los recursos naturales, sino que es también enorme en
lo que se refiere a las infraestructuras energéticas, y es especialmente
grave en la gestión de la red eléctrica. Es sabido que
la electricidad no se puede almacenar a gran escala. Por eso, es
necesario que en la red eléctrica exista en todo momento un ajuste
entre la producción y el consumo, lo cual exige una gestión diligente
de la red y una cuidadosa planificación del funcionamiento
de todo el parque de generación eléctrica. La aportación de la
producción eólica, que aumenta de año en año, dificulta aún más
la gestión de la red eléctrica, que en Europa se hace a nivel estatal.
En el Estado Español, por ejemplo, es el centro CECOEL de
la empresa Red Eléctrica del Estado Español, S.A. (REE), situado
cerca de Madrid, el que se encarga de la programación de las centrales
termoeléctricas. Desde ese centro, cada hora, se envían
las órdenes de los niveles de producción a todas las centrales del
Estado. La producción renovable no regulable, principalmente
eólica, es controlada desde el centro CECRE de REE. Como en el
Estado Español el mercado de la electricidad está liberalizado,
cada día se decide en un mercado virtual, gestionado por la empresa
Operador del Mercado Ibérico de Energía, S.A. (OMEL), qué
centrales producirán y cuál será el precio de la electricidad. La
situación en Iparralde es simétrica, pero en este caso mirando a
París. Euskal Herria no posee una red eléctrica autónoma; aquí
existen dos redes eléctricas que dependen del Estado Francés y
del Estado Español, y la brecha eléctrica es, sin duda, tan profunda
y grave como la administrativa.
La incapacidad para gestionar la red eléctrica condiciona
por completo la limitada autosuficiencia energética vasca, y por
ello debemos tener cuidado cuando comparamos la producción
eléctrica renovable con el consumo. En Nafarroa Garaia, por
ejemplo, la electricidad eólica supone tanta energía como la mitad del consumo eléctrico; pero eso no significa que la mitad
de la energía que se consume en Nafarroa Garaia sea eólica. La
producción eólica y el consumo de Hegoalde se planifica, se programa
y se gestiona a nivel estatal10. Hoy día, la soberanía eléctrica
es imposible en Euskal Herria. Incluso la gestión de las infraestructuras
del petróleo y del gas natural dependen del Estado
en gran medida. En el sector de las infraestructuras energéticas,
el nivel competencial de la CAV y de la CFN se limita casi
a emitir licencias medioambientales y las correspondientes a
nuevas instalaciones, además de desarrollar las políticas que se
planifican a nivel estatal.
La situación energética de Euskal Herria es grave. La dependencia
de los combustibles fósiles en nuestra sociedad es enorme
y, por eso, es muy importante fomentar la explotación de energías
renovables. Y existen formas de sacarles mayor provecho: la
energía obtenida a partir de la biomasa, la electricidad fotovoltaica,
el uso de la energía solar térmica para el abastecimiento de
calefacción y agua caliente, la energía eólica… Pero las energías
renovables no hacen milagros: los niveles y los modelos de consumo
de la sociedad moderna –de nuestra sociedad– no son sostenibles.
En la CAV, por ejemplo, el aumento medio anual del consumo
eléctrico ha sido del 2,9% entre 2001 y 2007, y del 4,4% en el
sector del transporte. Hay que invertir esa tendencia, porque es
insostenible. He aquí la clave para romper con la dependencia hacia
los combustibles fósiles, y para hacer frente a la inseguridad
energética y climática: reducir considerablemente el consumo
energético y fomentar la producción propia, autóctona. Las instituciones
deben impulsar y fomentar modelos de consumo y de
producción que nos encaminen hacia un desarrollo sostenible. Hay
que aumentar el uso de las energías renovables y del reciclaje, a
fin de reducir el consumo energético y de recursos. Asimismo, la
sociedad tiene que intentar satisfacer la demanda de alimentos
y productos con la producción autóctona, ya que es la única manera
de reducir la ingente cantidad de energía que se consume en
el sector del transporte. Por desgracia, el propósito de las administraciones
no es el de restringir el transporte de mercancías para
reducir el consumo energético, sino impulsarlo mediante la construcción
de enormes infraestructuras.
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Junto con el análisis en el documento Pdf un breve reportaje que sirve de introducción al tema.
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